martes, 7 de diciembre de 2010

Conversaciones con Androginia

Como decirte niño-que-eras que en mis bolsillos tengo la llave de tu existencia abstracta

y que sólo la noche muestra el cordón que une las alas de todos los pájaros.

Estamos sentados en la orilla de un mundo que se deshace

en un segundo anterior. Mañana no es

más mañana que ayer o que pasado. Mi Androginia se sienta en el asiento de al lado.

Lentamente me describe como desollar un cuerpo vivo

y se pregunta cual es el grado supremo de la hijaputez.

Somos verborrágicas. Mentalmente suicidas.

Acobardadamente sucias.









(Androginia ríe y se chupa los dedos de a uno y de/a to/dos.

Charque de niño vacío en el balcón. Carne de cordero. De D/ios.

Tierna carne de niño lanudo. Guiso para quince. La V/ida

no es más que un festín de carnalidades y cuer/vos.)









La mañana después nunca es propicia.

Todos los infantes sufren

de ansiedad oral.


Siempre llena de palabras

inicuas

inocuas

inoculadas

inhóspitas

inoperantes

insípidas


lo que resta nos carcome los ojos

nuestras no tan ávidas bocas,

la sal y el fuego velan


y desvisten la savia de aguardiente

del asesinato.


Clama(n) la sangre del padre

que se pudre.

Hermana:

El cuero se desprende dejando ver

lo que sobró del sapo

y del almuerzo.


Levantáte Androginia.

Nos va llegando el tiempo de abrir los cadalsos.












Las cuatro esquinas de la tela se escalan de superficie

mientras la bruja teje

solamente quiero un sadismo limpio

la mordaza en el lugar que corresponde.

Los ahogados no se ponen azules hasta el final del día y el agua llena los pulmones por dentro y por fuera en cada palabra muerta.

Somos distancia en quiebra

y mi Androginia es nada.

Nada comparada.

Nada equivalente.

Exponencial y asintótica

Nada









Algunos días se alzan frágiles y abstemios y yo debo decirte niño-en-vigencia

que viendo las paredes del cementerio me pregunto

en qué zanja chorreará la muerte, en qué frasco anidará el formol de tu masa mitocondrial. No quiero visitarte como no quise nunca

porque poco nos liga: la vigilia de mayo, algún que otro recuerdo o la firmeza vaginal de quien esconde un secreto.

Algunos días la cirrosis (se) hace escuela y entre los vómitos se mezclan las botamangas plateadas de mis pantalones y las correas de charol de su camisa. Es simple, Ella no está. Ni acá conmigo ni allá con vos

ni en el puto lugar que le toca.

Niño-en-vigencia: los lamentos son tontos, los aullidos molestos y por si no te lo dicen las marcas de tus orejas se van a ir con el tiempo y nadie pero nadie conocerá tu raza ni tu progenie. Tu leche será pasteurizada. Toda tu leche. A veces, solamente

a veces miro a los ojos

de Androginia y quisiera besarla. Sus ojos de borrego piadoso, su boca de labios planos

escupiendo caballadas. Solamente a veces: otras, simplemente pienso en qué hacer

con el matafuegos. Justo ahí, en ese momento, se me enciende el cuerpo y ella se ríe. Siempre lo sabe.

Niño-que-eras ha muerto

Androginia aplaude y danza sobre lo que queda de él. Mis manos, mis palabras

y mis actos son un atajo de mierdas.

No duermas niño-en-vigencia. Nunca duermas. Ayer tal vez mañana pude matarte.










Maldíceme padre, que lo que sea que hagamos estará prohibido.

Seamos complacientes, hermana,

llenemos la copa, prendamos las velas

tendamos la cama.


Miráme Androginia: el hígado en mano, la luz en la cara, la mosca la sopa y el lazo.

Miráme. Las toneladas de asbesto me cubren

desde dentro

sangre de padre tiñe la sábana.


Mirános Androginia.

Soplando a las sombras de las horas viejas: cuchillo en mano.

Los balcones no quedan lejos, hermana

padre no pide clamencia

tendamos la copa, llenemos las velas

prendamos la cama.


Quiero verte reír sin camisones.















Podés ser inconstante, desleal y desdentada todo en el mismo sismo, como si remontar una lápida fuera un juego y tu danza de almidón una vigilia. Peluca de cuentas de colores. Machismo inmediato. Blanco sacrificado de mantel de domingo.

Mirándote los fuegos te convertís en las gracias que nadie pide.

Androginia nos prende las antorchas.

En el h/uso del tiempo se hace lugar cada cosa que toco. Aliviano los pasos y alitero los vasos y las brazas en el descenso y el barro de los caminos

(de los hombres, sé únicamente que terminan

y Androginia nos prende las antorchas).

A veces, niño-en-vigencia, trato de calmarte la sed y las mentiras.

Y sin embargo, también a veces los cristales lloran espejos.

Cuando llega la balsa las gracias sirven de poco, niño-en-vigencia.


- Voy a apagar las luces, Androginia. Fingir un poco.














Mi Androginia se baña en la mugre y yo cuento las perlas.

Toda una vida hecha de babas.

Cada mañana nos levantamos para rodar por el comedor sin que los juncos se enreden en los patines. Desayunamos un beso nacarado con edulcorante y una tostada de arroz.

Nadie lo diría.

Ella es simplemente un susto. Una costilla abierta a la luz negra del neón del tablero. Una copia.

La foto resbalosa de una madre de arcilla. La tripa en el fuego.

Yo puedo decirlo.

La primera vez que la vi se me enroscó en los ojos con la vereda a cuestas, se acurrucó sobre si misma y saltó.

Y aquí estamos.- Sumisas en la noria – nos sacamos las vendas ante el charco.
















Me crecen los dientes con la luna y solamente puedo jugar a una cosa. La muerte

es un gusano blanco que se arrastra. Una insignificancia

me parte en dos cuando tomo la curva, dice ser

yo. Quiero explotar de muerta y lloverte carroña

le digo


(y la humedezco).










Quien va a cuidar de mi en la mañana del monstruo, Niño-que-eras, si esos

que alguna vez tuve ya han partido. Si el pulso sostenido de las llamas no me cuenta

la historia del deshielo y duerme bajo tierra quien todavía no ha sido.

Todos los cercos son el mismo vistos de cerca, niño-que-eras,

y jamás podré hacer nada para librarte.

Mi Androginia me mira. Se sabe de memoria mis canciones y yo no puedo desearla menos por eso.

No hay comentarios: